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Vetusta Morla, disculpad mi osadía

jueves, abril 09, 2015

Vetusta Morla

Durante mucho tiempo fui uno de los escépticos con Vetusta Morla. No lograba entender cómo una banda liderada por un vocalista de timbre melancólico, con letras tan rebuscadas y melodías pausadas —yo, que siempre he sido de ritmos veloces y energía sin tregua— había conseguido convertirse en un auténtico fenómeno dentro de la escena indie española.

Me sorprendía que algo tan introspectivo y sutil pudiera conectar con tanta gente. ¿Qué tenía esa fórmula aparentemente opaca que les hacía llenar salas, festivales y corazones?

Mi primer contacto con Vetusta Morla fue gracias a sus recurrentes apariciones en el festival BBK Live. Año tras año, ahí estaban. Y no como teloneros de relleno—no, cada edición les colocaba en un horario más privilegiado, más estelar, como si el festival les estuviera diciendo al público: “mirad, estos son imprescindibles”. Cuatro visitas, si mi memoria no me engaña. Algo no cuadraba. ¿Cómo podía un grupo que, para mí, parecía tan plano, tener tanta presencia en uno de los festivales más potentes del país?

La duda me llevó a la curiosidad. Empecé a espiarles en vídeos de directos, furtivamente, como quien busca pruebas para confirmar un prejuicio. Pero las primeras escuchas no fueron amables: no pasaba del primer minuto. ¿Qué era esa canción que sonaba por todos lados llamada Copenhague? ¿Por qué se la sabía todo el mundo como si fuese un himno generacional? En mi oído, parecía una balada más, sin grandes fuegos artificiales.

Y sin embargo… algo pasaba. Esa melancolía, esa voz que parecía susurrar más que cantar, empezaba a calar en rincones de mí que no sabía que escuchaban. Lo demás vino después.

21 de Abril de 2014 "Toma de contacto"

Imagen: Flicker

En la primavera de 2014, Vetusta Morla lanzó La Deriva, y con ello desató un auténtico terremoto en la escena indie española. El revuelo mediático era tal que parecía que habían dado con el mismísimo Santo Grial musical. Y claro, yo —descreído de manual— no podía dejar de sospechar: ¿cómo es posible que estos tíos generaran tanto ruido?

Con el escepticismo a flor de piel, recurrí a mi sobrino Álvaro, entendido en la materia indie madrileña y festivalero empedernido. Su veredicto fue tan escueto como inquietante: “No están mal”. Y si Álvaro, que no regala elogios ni a su playlist más selecta, soltaba eso… algo estaba pasando. ¿Me había equivocado al ignorarlos durante tanto tiempo?

Decidí salir de dudas. Puse el primer corte del álbum: La Deriva. El inicio me atrapó. “Pucho” manejando la percusión como si comandara un ejército invisible de tambores emocionales. El ritmo vibraba, el mensaje calaba. ¡Vetusta Morla tenía vida, tenía garra! ¿Podía ser que mi “alegre juicio musical” se estuviera tambaleando? Pues sí: joder, me gustan.

Ese verano me lo pasé enganchado al disco. En especial a La Deriva y, por encima de todo, a la GLORIOSA Golpe Maestro. Y escribo “gloriosa” con todas las letras porque esa canción no se limita a sonar: sacude conciencias. Su desenlace —ese clímax lírico y emocional— es de lo más brutal que he escuchado en décadas de música nacional. Yo, que me consideraba un tipo frío, me descubrí con el vello erizado cada vez que sonaba.

"Fue un atraco perfecto,
excepto por esto:
nos queda garganta, puño y pies.
No fue un golpe maestro,
dejaron un rastro,
ya pueden correr. Ya vuelve la sed."

Pasó julio y con él, llegó la revelación: Arctic Monkeys y The Strokes se cruzaron en mi camino—sí, una década tarde, llamadme idiota si queréis, pero más vale tarde que nunca cuando se trata de buena música. De pronto, los riffs afilados y las melodías crudas de estos grupos se apoderaron de mis playlists, y Vetusta Morla pasó a un segundo plano… no sin antes haberse ganado su sitio.

Porque, aunque la deriva me llevó hacia el rock anglosajón, durante meses exprimí hasta el último acorde de La Deriva, Golpe Maestro, Tour de Francia y Cuarteles de Invierno. Cuatro himnos que se convirtieron en banda sonora de un verano emocional. Cada una tenía algo: ritmo, mensaje, atmósfera.

Eso sí, por si acaso el corazón decidía volver a la introspección poética, me suscribí a su página de Facebook. No se puede cerrar del todo una puerta que te hizo sentir cosas… y Vetusta, a su manera, lo consiguió.

28 de febrero de 2015 "Mi conversión"

Imagen: Flicker

Comienza 2015 y, aunque hacía más de medio año que no escuchaba Vetusta Morla, seguían apareciendo en mi radar digital. Las notificaciones de Facebook mostraban una gira por América Latina que había sido un auténtico bombazo. Reviso algún vídeo y el feeling con el público, especialmente el argentino, es de esos que traspasa la pantalla. Algo había en esa conexión que volvía a despertar mi curiosidad.

En mi ciudad, llevan anunciando desde hace meses la Gira de La Deriva. La fecha está marcada: 1 de mayo, el escenario será el BEC (Bizkaia Arena), un coloso con capacidad para 18.000 almas. Y ahí es cuando la duda me golpea con fuerza. Ese pabellón solo lo han llenado los más grandes como Fito o Sabina. ¿También lo conseguirán estos chicos de letras crípticas y percusión emocional?

Deshojo la margarita... ¿voy o no voy? Al final me digo que sí, que me apetece. Y me apetece mucho. Pero tendré que hacerlo en solitario. Ni mis mejores esfuerzos, ni mi insistencia casi dramática logran mover a mi cuadrilla festivalera. Nadie se anima.

Y entonces lo decido: esta será una doble primera vez. Primeriza por ver a Vetusta Morla, sí, pero sobre todo porque será mi primera vez solo en un concierto. Un salto al vacío... o a la intensidad más íntima. A veces, la música hay que vivirla cara a cara, sin distracciones.

Decidí ponerme las pilas. No podía plantarme en el concierto con solo La Deriva como referencia. Así que me lancé a la arqueología musical de Vetusta Morla. Spotify en mano, repasé sus canciones más populares. Y ahí estaba, esperándome: Copenhague. Esa balada que en su día me repelió, pero ahora, con cinco semanas sin ver el sol en pleno febrero bilbaíno —ese gris persistente que noquea el alma— el contexto era perfecto. Mi estado emocional, vulnerable. La predisposición: total. No había escapatoria, Copenhague iba a caer.

Me senté, auriculares listos. Pucho arranca hablando de aeropuertos, de valor, y entonces suena: “Dejarse llevar suena demasiado bien”. Y vaya si suena bien. Le doy una segunda escucha. Me fijo en la melodía, en la instrumentación, en cómo crece sin estallar. Tercera, cuarta… ocho veces seguidas. El tiempo desaparece, el prejuicio se disuelve. Y lo confieso, con admiración renovada y cierto rubor retrospectivo: Vetusta Morla, lo habéis clavado. Copenhague es una canción acojonante.

Nunca pensé que me tragaría esas palabras. Pero ahí están, flotando como la canción misma: elegante, envolvente, sincera.

Copenhague —ese cuarto corte reverenciado— forma parte de un disco que no necesita presentación, pero sí reverencia: Un Día en el Mundo. Doce canciones que cimentaron una forma de hacer música distinta, con alma, con capas que se desvelan poco a poco. No es ninguna bilbainada decir que estamos ante uno de los debuts más rotundos del pop rock español. ¿Quién no ha sentido algo especial al escuchar Sálvese quien pueda, Valiente, La Marea o Pequeño desastre animal?

Y ahora, en pleno repaso de Mapas, su segundo álbum, la sospecha inicial de estar frente a un disco menor desaparece al primer golpe de emoción. Los días raros abre el telón con una fuerza íntima, y junto a Lo que te hace grande y Maldita dulzura, demuestra que la banda no se limitó a repetir fórmula, sino que se atrevió a explorar nuevos territorios emocionales.

No hay spoiler al afirmar que Vetusta Morla es pura poesía hecha sonido. Metáforas escondidas, versos cargados de introspección, y melodías que no se conforman con adornar: quieren decir algo.

En mi calendario hay una fecha marcada en rojo pasión: 01.05.15. El BEC acogerá una cita que promete ser inolvidable. Primer concierto en solitario, primer cara a cara con una banda que me ha desarmado verso a verso. Y qué suerte tiene Tres Cantos de haber visto nacer a una banda así.

🙌 ¡Disculpen mi antigua osadía, y acepten este arrepentimiento sonoro! Nos vemos en nada... y esta vez, en primera fila.


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2 comentarios

  1. Por aquí otro neófito Vetustero que acaba de descubrir lo que parece ser un pedazo grupo gracias a tu reconversión

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  2. Gracias por el comentario Juan, voy recogiendo adeptos a VM por todas las esquinas.

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Gracias por comentar.