Un día raro, crónica de un concierto en La Deriva con Vetusta Morla

jueves, mayo 07, 2015

Día 1 de mayo: mi primer concierto solo. Amanezco en uno de esos Días Raros. Me levanto tarde, con una desgana tremenda y cero intención de darme ese chute de autoestima musical que a veces me rescata en jornadas así. Normalmente funciona... pero hoy no me apetece narcotizarme.

La pereza no tiene que ver con el clásico “Noches alegres, mañanas tristes”. Anoche me junté con parte de los amigos y os juro que solo cayeron unas cervezas, unos encurtidos (gentileza de Míriam) y un espeto ibérico en ese bar de Indautxu que nunca falla. Bueno, sí... hubo una aparición “Santa Teresiana” que estuvo a punto de acabar ahogada entre hielos, corteza de naranja y una cola, pero no era noche para epifanías etílicas.

Paso la tarde calculando el horario perfecto para llegar al BEC. Los teloneros, Rufus T. Firefly, arrancan a las 20:00; Vetusta Morla lo hará a las 21:30. Físicamente me encuentro mucho mejor que años atrás—la salida del pozo va lenta pero segura—aunque mi espalda lanza un aviso serio: “dos horas sentada antes del concierto no son negociables”. Pinchazo mediante. Mensaje recibido.

Una vez decidido el plan, salgo de casa a las 20:00, rumbo al metro. Parada técnica para comprar unos chicles de menta: aliento ¡súper fresh!, nunca se sabe.

Espero diez minutos en el andén, no hay demasiada gente. En el vagón juego a adivinar quién va al concierto, es muy fácil acertar. En nada llegamos a Ansio, me impresiona el BEC y su enorme pasillo, mi primer concierto ahí.

No hay mucha cola para entrar, cachean a los de delante, a mí me hace un gesto el segurata y franqueo el control sin que me soben, “es lo que tienen las canas”. En el siguiente Check Point escanean el código de mi entrada, de esas que ahora se imprimen en un triste papel sin gracia ninguna. Qué lejos quedan las entradas que comprábamos en la Librería Universal de Ledesma…

Esperando a Vetusta Morla en el BEC

Foto: facebook BEC

Unos enormes carteles anuncian las diferentes gradas, yo busco y encuentro la Grada A. Entro en el recinto y Rufus T. Firefly apuran sus últimas canciones, son las 20:40.

Echo un vistazo al panorama y me impresiona el recinto. No tengo claro dónde sentarme: la grada principal está casi llena, y las superiores, cerradas—no se ha vendido todo el aforo. De pronto, lo veo: el sitio perfecto. Centrado, en la última fila de la grada principal, un único asiento libre. Miro cómo llegar hasta él. Tengo dos opciones: molestar a toda la fila haciendo el clásico paseíllo o arriesgarme con un salto sobre mi asiento jugándome la integridad física. ¿Quién dijo miedo? Aterrizo con cierta apostura.

Rufus T. Firefly interpreta su último tema. El cierre es un instrumental descomunal, potente, digno de una banda grande. Me sorprenden. Toca seguirles la pista… no quiero que me pase lo mismo que con Vetusta Morla—descubrirlos tarde.

Se encienden las luces. Ahora sí, puedo ver el recinto con claridad: el foso está prácticamente lleno, y a las gradas les falta muy poco. Me tomo un momento para repasar de un vistazo el ecosistema que me rodea. El público es bastante heterogéneo, menos gafapasta y menos cuellos abotonados de lo que esperaba. Las edades oscilan entre los veintitantos de los grupitos más modernos y las parejas de cuarentones. Yo, con mis 45 bien llevados, no desentono en la jungla Vetusta. Seremos unas 5.000 almas.


Comienzan a retirar el material de los teloneros. El decorado para esta gira es sobrio, sin mucho artificio, potentes focos al final de sus pedestales y una pantalla panorámica en lo alto del escenario, no necesitamos nada más. De fondo suenan os Pixies: “Here Comes Your Man”, gran prolegómeno.
Prolegómenos del Concierto
Vetusta Morla son puntuales, aparecen sobre las 21:30, comienzan "Las Derivadas".

Pucho se adelanta unos pasos, toma las baquetas y marca el inicio rítmico de "La Deriva" golpeando el tambor frente a él. Es un gesto sencillo, comenzamos el viaje.

Uno a uno, los miembros de Vetusta Morla van tomando sus posiciones. A la izquierda del escenario, Guillermo se coloca entre guitarras y teclados; en el extremo opuesto Álvaro, con el bajo preparado, y junto a él, Juanma con su guitarra ya colgada. En la retaguardia, Jorge se sitúa frente a su arsenal de percusiones y sintetizadores, mientras que David “El Indio” entra en escena acompañado de una energía contenida. Es él quien recoge el testigo de Pucho en la batería, liberándole de la base rítmica con precisión.

Justo entonces, Pucho, ya centrado en el micro, arranca con las primeras estrofas. La emoción empieza a apretar.

"He tenido tiempo de desdoblarme
Y ver mi rostro en otras vidas
Ya tiré la piedra al centro del estanque"

El público empieza a calentarse. Palmas, murmullos, tensión. Pucho, maestro de ceremonias, continúa interpretando magistralmente La Deriva. Cerca del final, se separa del micrófono y extiende los brazos como un gran pájaro. La combinación del fondo blanco y la neblina que lo envuelve crea una imagen mágica: la niebla artificial se desplaza a su paso como si él mismo la estuviera cortando en dos. Cinematográfico.

Sin pausa, suena "Lo Que Te Hace Grande". Un redoble retumba con fuerza en el auditorio, marcando el arranque. Yo sigo algo inquieto en mi asiento. A mi izquierda, un tipo que parece estar en peregrinación continua hacia el punto de venta de cerveza. Cada vez que vuelve, temo que me vacíe el katxi en la cabeza. Su equilibrio es precario... y el concierto apenas ha comenzado.

A mi derecha, tres chicas. La más cercana no tendrá más de 25 años. Morena, pelo corto, vaqueros oscuros, zapatillas New Balance azul marino, camisa azul de topos blancos, abotonada hasta el cuello. Las gafas de pasta negra le dan ese toque hipster fresco que llama la atención. Quién tuviera veinte años menos... para lanzarme a la aventura.

Reconozco al instante los primeros compases de la siguiente canción: "Golpe Maestro". Sigo sentado, aunque la percusión que comienza a sonar me hace temblar las piernas. Un tema reivindicativo y con historia. Me viene inevitablemente a la cabeza el espíritu del 15M. 

Ahora sí, me levanto por primera vez. Puño en alto. Esta canción tiene ese poder único: sacar a la superficie la rabia silenciosa que llevamos dentro. La incomodidad que se esconde tras el bienestar aparente—la comida que nunca faltan, la hipoteca al día… y esa punzada que nos recuerda que no todo está bien.

"Robaron las antenas
La miel de las colmenas
No nos dejaron ni banderas que agitar
Fue un atraco perfecto
Fue un golpe maestro
Dejarnos sin ganas de vencer"

Pucho canta, salta, gesticula, une sus muñecas como símbolo de Represión y Ley Mordaza, el público entregado, el foso se mueve, “nos quedan garganta, puño y pies”. Rompo a sudar. “No fue un golpe maestro, DEJARON UN RASTRO, YA PUEDEN CORRER, ya vuelve la sed”.
Fue un Golpe Maestro
Tras el golpe maestro ejecutado por Vetusta Morla, la música se dirige hacia "La mosca en tu pared", y poco después llega la deliciosa "Boca en la Tierra". Esta última me obliga—otra vez—a levantarme: canto, disfruto, me dejo llevar.

El tipo a mi izquierda flipando con mi actitud festivalera. Tiene pinta alternativa, pero permanece callado, sentado, en su propio universo. El de su derecha, ya con canas y porte más comedido, está entregado al Verso Vetusto: “Fuimos sed en el aire, pero boca en la tierra

Siguen con “Fuego” y “Rey Sol” (excelentes canciones) encadenadas rítmicamente sin pausa, el pueblo ya está entregado en cuerpo y voz desde hace unos cuantos temas. Veníamos con la intención de escuchar a Vetusta Morla, pero me da la impresión que son ellos  los que van a tener que escucharnos a nosotros, es increíble como gran parte del público se sabe las letras a la perfección, y yo sorprendido de que mi mala cabeza se acuerde de los versos recién aprendidos en estos últimos dos meses.

Continúo de pie a la espera de que me vuelvan a sorprender, soy chico fácil, sé que lo harán. Comienza el punteo de “Cuarteles de Invierno”, ultimo single tratado con mucho mimo. Su vídeo grabado en un Museo, sin duda la mejor canción del álbum La Deriva.

"Una caja de recuerdos 
Y fiestas de guardar
Media vida en cada intento 
Y la otra media en pinzas de metal"

Pucho se contonea alrededor del micro, gesticula menos, Jorge aporrea con estilo los platillos de su percusión. David aumenta el ritmo de su batería, Pucho eleva su voz, la gente comienza a dar palmas: “Por mucho que vuelvo no encuentro mis recuerdos. Los busco, los sueño; lo propio ya es ajeno. Cayeron los bordes y el vaso ya está lleno”, cantamos esta estrofa con rabia.

Cae el gran telón blanco del fondo del escenario, la gente enloquece, Pucho vuelve a alzar el vuelo, planea sobre nosotros:  “Y ahora sólo intento vaciar,  SOLO NECESITO DESPEGAR, casi lo confundo con mi hogar”.
Solo Necesito Despegar
Cansado, noto que mi voz ya no alcanza el final de las canciones. La hebilla del reloj empieza a molestarme, así que me lo quito. Nota mental para futuros conciertos: nunca llevar reloj, te impide dar palmas con libertad, como es debido.

A mi derecha, la chica hípster lleva ya varias canciones de pie. Se la nota menos tímida que al principio, como si el ritmo la hubiese ido desinhibiendo poco a poco. En un gesto inesperado, levanta su puño, imitándome. La miro de reojo: tiene una sonrisa enorme dibujada en la cara. Y, de pronto, lo entiendo: solo por este instante, por verla sonreír así, ha merecido la pena estar aquí.

Necesito un respiro. Vetusta Morla nos lo conceden, Pucho se dirige al público, dedica su próxima canción a los viajeros presentes, !ES LA CANCIÓN¡, es “Copenhague”. “El Indio” abandona su batería por un momento y se adelanta hasta el centro, colocándose junto a Pucho para sostener el pulso del tema. Jorge, con sus teclados, también toma posiciones. Es como si toda la banda se acercara un poco más a nosotros, como si, por un rato, el escenario nos envolviera en esa melancolía que solo Copenhague sabe invocar.

"El corría, nunca le enseñaron a andar
Se fue tras luces pálidas
Ella huía de espejismos y horas de más
Aeropuertos. Unos vienen, otros se van
Igual que Alícia sin ciudad"

La gente canta.

Todos duermen ya, DEJARSE LLEVAR SUENA DEMASIADO BIEN", Pucho guarda silencio, nos observa, y nos regala ese espacio para que seamos nosotros quienes llevemos la canción. Dos estrofas completas para nosotros. Al acabar, nos devuelve el gesto con una sonrisa y un simpático: “Aupa Bilbo”. La canción finaliza. Aplaudimos con dulzura y casi con agotamiento. Como si nos hubiésemos dejado un trozo de alma en ese trayecto.

Continua el repertorio con “Al Respirar” y “Baldosas Amarillas” (para un funambulista imposible). Llegamos al ecuador del concierto. Debe haber pasado una hora. Cada canción escuchada ha dejado huella. A estas alturas del concierto, empiezo a acusar el esfuerzo: las palmas, los saltos, las emociones, la rabia contenida. Estoy empapado en sudor, me pongo la cazadora. La respiración es más corta, el corazón todavía en compases agitados. Frágil, pero no por la debilidad, sino por la intensidad. 

Por fin suena "Un Día en el Mundo". El público está más reposado, como si esta canción les invitara a bajar las pulsaciones. Pero a mí me revuelve. Me altera la hostia. El estribillo me tensa, me levanta. Ahora la cazadora me sobra—literalmente. Estoy de pie, puño en alto, mi cuerpo ya no entiende de descanso. Me acojona el estribillo, duele como si me hubieran dejado hace apenas unos días.

"Mírame, soy feliz, tu juego me ha dejado así
Disfrazar, seducir, ponerme guapo para ti"

Le toca el turno a la festiva “Saharabbey Road”, la gente enloquece con su estribillo final, es lo que tienen los típicos “la la la la la”. Luego la vacilona “Tour de Francia”, “Mapas”, “Pirómanos”.
Se lo llevo la tormenta y el tiempo, nada lo pudo salvar
Se acerca el final, Vetusta Morla nos quiere rematar al grito de “Sálvese Quien Pueda”.

"Puede ser que mañana esconda mi voz
Por hacerlo a mi manera
Hay tanto idiota ahí fuera"

Sin palabras, !interpretación enorme¡, Pucho escenificando la canción a la perfección, el resto acompañando sin desentonar, son admirables como banda. Me permito cuatro minutos de respiro con “Fiesta Mayor”. Van a por nosotros, nos quieren y nos tienen absolutamente rendidos.

Llega otra de esas canciones que !me pone¡: “La Cuadratura del Círculo”, Vetusta Morla nos da clases de geografía. Echo en falta a Jorge en el centro del escenario aporreando el bidón, quedaba muy bien en los conciertos de la gira americana.

"Cuadrar el círculo de esta obsesión
Asumir que rendirse no es una opción
Saber que no os puedo aniquilar
No es suficiente para firmar la paz"

"La paz, Bolivia, Quito es Ecuador, Lima es Perú
Buenos Aires, Argentina no llores por mí más"

Es el final. Suena "Maldita Dulzura"—la mía, sin duda. Vetusta Morla en estado puro: poéticos, intensos. Ya no canto. No salto. Me dejo llevar. Solo escucho. Las manos en los bolsillos traseros del pantalón, la mirada perdida, la sonrisa medio tonta dibujada sin querer.

Todavía guardo algo de energía. Lo justo para vaciarme del todo en los bises.

"Hablemos para no oírnos
Bebamos para no vernos
Hablando pasan los días
Que nos quedan para irnos"

Están de vuelta, han tardado poco más de 5 minutos, se recomponen en el escenario, atacan “Año Nuevo”, no sé por qué, pero este tema me recuerda a "Un Año Más" de Mecano.
Foto: Facebook BEC
Amansadas las fieras con la balada, Pucho inicia entre susurros la tremenda “Valiente"

"Tras de mí una escena y diez mil frases que repetir
Ya ves, lo que es no es
Yo no voy a contar lo mejor, a ocultar lo peor
Me pongo el mejor chaqué

No digo lo que digo
Hago lo que no hago
Al revés, al revés, porqué
Ser valiente no es sólo cuestión de suerte

Ahora estoy ahora no
Bailare hasta que esto acabe
DISCULPAD MI OSADÍA"

El público en pie y coreando al unísono las primeras frases de otra de esas canciones que quedarán en nuestra memoria por ser una ¡canción para Valientes!. Pucho nos anima dando palmas, no lo necesitamos, retomamos el estribillo, el foso canta y salta: “A veces no soy yo, busco un disfraz mejor, bailando hasta el apagón… disculpad mi osadía”

Agotado y medio asfixiado, tengo que aprender a cantar con el diafragma. Le toca el turno a “El hombre del saco”, mi silla me echa de menos, repito la pose de hace casi 20 minutos: en pie, manos en los bolsillos, me “dejo llevar” de nuevo. Abandonan el escenario pero siguen sin encender las luces, esperamos todavía más de ellos.

Sé perfectamente cuál va a ser la última canción del concierto, es mi puta canción, Mi Día Raro, “Los Días Raros”.

Vuelven a salir al escenario, pausados, se les ve cansados, Guille cambia la guitarra por el piano, comienza la lenta canción. Pucho susurra: “Ábrelo, ábrelo despacio…” siguen la melodía y las palabras perfectas. Llega un parón de unos segundos, Álvaro retoma la cadencia musical con su bajo, comienza el “in crescendo tan característico de este tema”. Jorge y El Indio nos aceleran el ritmo cardíaco con su percusión, aceleran a toda la banda: “Nos quedan muchos más regalos por abrir, monedas que al girar descubran un perfil, que empieza en celofán y acaba en eco”. Pucho gesticula repartiendo regalos a todo el mundo, se crece, aumenta la intensidad de su voz, intenta abrazarnos a todos, nos demuestra que tiene una voz increíble con su último alarde vocal. Se acerca el apoteósico final de Los Días Raros, Juanma saltando con su guitarra, Pucho golpeando el suelo con su pie, finalizan su actuación.

Se juntan en el centro, en fila, abrazados, nos dan las gracias, proyectan su imagen en la pantalla principal, juegan con la cámara que sigue sus movimientos...

Agotado, satisfecho, fin a un Día que amaneció raro y anocheció de la mejor manera posible: con música y poesía.

Mucha suerte en La Deriva, espero veros de nuevo.

Enjoy.

Entrada relacionada: Vetusta Morla "Disculpad mi Osadía"

Quizas te guste...

4 comentarios

  1. Muy bueno. Casi me he teletransportado. al Bec.
    Otra entrada ya!

    ResponderEliminar
  2. Próximo concierto de Los Planetas, especialistas en canciones de desamor.
    Gracias Juan.

    ResponderEliminar
  3. estuve a punto de ir y ahora me arrepiento

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No te preocupes amelí, Bilbao les gusta mas que a un tonto un lapiz, seguro que les vemos pronto.

      Eliminar

Gracias por comentar.