En esta entrada están recopilados todos los MixTapes de música nacional que he subido a lo largo de estos últimos meses.
Espero que disfrutéis.
Enjoy.
Día 1 de mayo: mi primer concierto solo. Amanezco en uno de esos Días Raros. Me levanto tarde, con una desgana tremenda y cero intención de darme ese chute de autoestima musical que a veces me rescata en jornadas así. Normalmente funciona... pero hoy no me apetece narcotizarme.
La pereza no tiene que ver con el clásico “Noches alegres, mañanas tristes”. Anoche me junté con parte de los amigos y os juro que solo cayeron unas cervezas, unos encurtidos (gentileza de Míriam) y un espeto ibérico en ese bar de Indautxu que nunca falla. Bueno, sí... hubo una aparición “Santa Teresiana” que estuvo a punto de acabar ahogada entre hielos, corteza de naranja y una cola, pero no era noche para epifanías etílicas.
Paso la tarde calculando el horario perfecto para llegar al BEC. Los teloneros, Rufus T. Firefly, arrancan a las 20:00; Vetusta Morla lo hará a las 21:30. Físicamente me encuentro mucho mejor que años atrás—la salida del pozo va lenta pero segura—aunque mi espalda lanza un aviso serio: “dos horas sentada antes del concierto no son negociables”. Pinchazo mediante. Mensaje recibido.
Una vez decidido el plan, salgo de casa a las 20:00, rumbo al metro. Parada técnica para comprar unos chicles de menta: aliento ¡súper fresh!, nunca se sabe.
Espero diez minutos en el andén, no hay demasiada gente. En el vagón juego a adivinar quién va al concierto, es muy fácil acertar. En nada llegamos a Ansio, me impresiona el BEC y su enorme pasillo, mi primer concierto ahí.
No hay mucha cola para entrar, cachean a los de delante, a mí me hace un gesto el segurata y franqueo el control sin que me soben, “es lo que tienen las canas”. En el siguiente Check Point escanean el código de mi entrada, de esas que ahora se imprimen en un triste papel sin gracia ninguna. Qué lejos quedan las entradas que comprábamos en la Librería Universal de Ledesma…
Unos enormes carteles anuncian las diferentes gradas, yo busco y encuentro la Grada A. Entro en el recinto y Rufus T. Firefly apuran sus últimas canciones, son las 20:40.
Echo un vistazo al panorama y me impresiona el recinto. No tengo claro dónde sentarme: la grada principal está casi llena, y las superiores, cerradas—no se ha vendido todo el aforo. De pronto, lo veo: el sitio perfecto. Centrado, en la última fila de la grada principal, un único asiento libre. Miro cómo llegar hasta él. Tengo dos opciones: molestar a toda la fila haciendo el clásico paseíllo o arriesgarme con un salto sobre mi asiento jugándome la integridad física. ¿Quién dijo miedo? Aterrizo con cierta apostura.
Rufus T. Firefly interpreta su último tema. El cierre es un instrumental descomunal, potente, digno de una banda grande. Me sorprenden. Toca seguirles la pista… no quiero que me pase lo mismo que con Vetusta Morla—descubrirlos tarde.
Se encienden las luces. Ahora sí, puedo ver el recinto con claridad: el foso está prácticamente lleno, y a las gradas les falta muy poco. Me tomo un momento para repasar de un vistazo el ecosistema que me rodea. El público es bastante heterogéneo, menos gafapasta y menos cuellos abotonados de lo que esperaba. Las edades oscilan entre los veintitantos de los grupitos más modernos y las parejas de cuarentones. Yo, con mis 45 bien llevados, no desentono en la jungla Vetusta. Seremos unas 5.000 almas.
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| Prolegómenos del Concierto |
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| Fue un Golpe Maestro |
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| Solo Necesito Despegar |
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| Se lo llevo la tormenta y el tiempo, nada lo pudo salvar |
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| Foto: Facebook BEC |
El público en pie y coreando al unísono las primeras frases de otra de esas canciones que quedarán en nuestra memoria por ser una ¡canción para Valientes!. Pucho nos anima dando palmas, no lo necesitamos, retomamos el estribillo, el foso canta y salta: “A veces no soy yo, busco un disfraz mejor, bailando hasta el apagón… disculpad mi osadía”
Agotado y medio asfixiado, tengo que aprender a cantar con el diafragma. Le toca el turno a “El hombre del saco”, mi silla me echa de menos, repito la pose de hace casi 20 minutos: en pie, manos en los bolsillos, me “dejo llevar” de nuevo. Abandonan el escenario pero siguen sin encender las luces, esperamos todavía más de ellos.
Sé perfectamente cuál va a ser la última canción del concierto, es mi puta canción, Mi Día Raro, “Los Días Raros”.
Vuelven a salir al escenario, pausados, se les ve cansados, Guille cambia la guitarra por el piano, comienza la lenta canción. Pucho susurra: “Ábrelo, ábrelo despacio…” siguen la melodía y las palabras perfectas. Llega un parón de unos segundos, Álvaro retoma la cadencia musical con su bajo, comienza el “in crescendo tan característico de este tema”. Jorge y El Indio nos aceleran el ritmo cardíaco con su percusión, aceleran a toda la banda: “Nos quedan muchos más regalos por abrir, monedas que al girar descubran un perfil, que empieza en celofán y acaba en eco”. Pucho gesticula repartiendo regalos a todo el mundo, se crece, aumenta la intensidad de su voz, intenta abrazarnos a todos, nos demuestra que tiene una voz increíble con su último alarde vocal. Se acerca el apoteósico final de Los Días Raros, Juanma saltando con su guitarra, Pucho golpeando el suelo con su pie, finalizan su actuación.
Se juntan en el centro, en fila, abrazados, nos dan las gracias, proyectan su imagen en la pantalla principal, juegan con la cámara que sigue sus movimientos...
Agotado, satisfecho, fin a un Día que amaneció raro y anocheció de la mejor manera posible: con música y poesía.
Enjoy.
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